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El Sacramento de la Penitencia o Confesión de forma correcta

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El Sacramento de la Penitencia o Confesión

Es el cuarto de los siete sacramentos. Es también llamado de la Reconciliación, del Perdón y de la Conversión. Se puede y se debe acudir a él tantas veces como sea necesario a lo largo de nuestra vida.

Este sacramento fue instituido por Jesucristo resucitado cuando dijo a los Apóstoles: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos. (Jn 20, 22-23)».

El pecado

El pecado es una palabra, un acto o un deseo, contrarios a los mandamientos de Dios. Es por tanto una desobediencia y ofensa al Señor. Hiere a la persona, al prójimo y a la Iglesia. Según su gravedad se dividen en pecados mortales o veniales.

Para cometer un pecado mortal es indispensable que se den al mismo tiempo tres condiciones: materia grave, plena advertencia y deliberado consentimiento. Con el fin de identificar mejor las debilidades humanas que nos llevan al pecado, se sintetizaron en los siete pecados capitales: Soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza.

Los pecados están ligados a la naturaleza humana, somos pecadores «por defecto».  Sufrimos tentaciones continuamente y caer en el pecado es fácil. Por eso, debemos formar nuestra conciencia para discernir lo que está bien y lo que está mal a los ojos de Dios.

La reconciliación

Mediante el Sacramento de la Reconciliación (o Confesión, Penitencia o Perdón), recuperamos nuestra relación y amistad con Dios, volvemos a estar en gracia.

Este proceso consta de 5 pasos: Examen de conciencia, dolor de los pecados, propósito de enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia.

El Sacramento de la Penitencia o Confesión de forma correcta

La forma más correcta de recibir el sacramento de la confesión es mediante el encuentro individual con un sacerdote. A él debemos explicarle no solamente el nombre de nuestros pecados, sino su naturaleza. Por ejemplo, no basta con decir «soy avaricioso», sino que debemos explicar en qué consiste nuestra avaricia:«me comí yo solo todo el pastel y no dejé nada para los demás», o «sentí tanta envidia del coche nuevo de mi vecino, que le rayé la carrocería.»

Además nuestro confesor nos aconsejará como enfrentarnos y vencer las tentaciones. Nos facilitará herramientas y apoyo para lograr la fortaleza que nos falta. Lo habitual es que cada cual tenga algún pecado que es su talón de Aquiles y que requiere un esfuerzo extra, la piedra dónde siempre tropezamos.

Según lo explica el artículo 1465 del Catecismo de la Iglesia Católica, cuando el sacerdote celebra este sacramento: «Ejerce el ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el del Buen Samaritano que cura las heridas, del Padre que espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, del justo Juez que no hace acepción de personas y cuyo juicio es a la vez justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador.»

Otras formas de celebrar el Sacramento de la penitencia.

Tal y como explica el punto 1482 del Catecismo de la Iglesia Católica, se puede realizar una celebración penitencial comunitaria donde los fieles se preparan para la confesión y dan gracias por el perdón recibido, en común. Incluye lecturas, homilía, examen de conciencia dirigido y Padrenuestro. Además la confesión personal de los pecados y la absolución individual se incluyen dentro de esta celebración, para lo cual se hace necesaria la presencia de varios sacerdotes.

Esta forma es tan correcta como la primera, pero por lo general, menos exhaustiva por motivos de tiempo. Al tener gran afluencia de fieles, las confesiones son más rápidas y la dirección espiritual recibida más escueta.

La tercera forma se explica en el artículo 1483 del Catecismo. Es la celebración comunitaria de la reconciliación con confesión general y absolución general. Está reservada a casos de necesidad grave. Esto ocurre cuando existe un peligro inminente de muerte que impide al sacerdote confesar individualmente a cada penitente, pongamos por caso un avión que va a estrellarse. También se puede aplicar cuando el número de penitentes excede en gran medida al número de sacerdotes disponibles y no pueden realizarse las confesiones individuales en un tiempo razonable. De modo que los penitentes se verían privados de la gracia sacramental o de la Comunión durante largo tiempo, sin tener culpa de ello. En este caso, para que la absolución sea plenamente válida, los fieles deben tener el propósito de confesar sus pecados graves de forma individual en cuanto sea posible. Una gran concurrencia de fieles con ocasión de grandes fiestas o peregrinaciones no es motivo de necesidad grave.

Con ésta tercera forma se han cometido a veces excesos en su aplicación por parte de sacerdotes o fieles, en algunas parroquias, quizás por comodidad, pereza, moda o desconocimiento. Pero algo tan serio como es este sacramento debe celebrarse de la mejor forma posible, sin escatimar esfuerzos, el Señor lo merece.

Conclusión

Cito textualmente el artículo 1484 del Catecismo de la Iglesia Católica: «La confesión individual e íntegra y la absolución continúan siendo el único modo ordinario para que los fieles se reconcilien con Dios y la Iglesia, a no ser que una imposibilidad física o moral excuse de este modo de confesión» (Ritual de la Penitencia, Prenotandos 31). Y esto se establece así por razones profundas. Cristo actúa en cada uno de los sacramentos. Se dirige personalmente a cada uno de los pecadores: «Hijo, tus pecados están perdonados» (Mc 2,5); es el médico que se inclina sobre cada uno de los enfermos que tienen necesidad de él (cf Mc 2,17) para curarlos; los restaura y los devuelve a la comunión fraterna. Por tanto, la confesión personal es la forma más significativa de la reconciliación con Dios y con la Iglesia.

Enlace a los artículos del Catecismo

Sacramento de la Penitencia o la confesión

 

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